La prevención es la gran arma con la que contamos para mantener nuestra salud en las mejores condiciones. Igualmente ocurre con nuestra boca. Las visitas regulares al dentista son así básicas, pero con frecuencia nos olvidamos que también nosotros, en nuestra casa, podemos detectar precozmente posibles problemas y afecciones gracias a la autoexploración.

La autoexploración es una técnica sencilla por la que mediante la visualización y palpación podremos adelantarnos a complicaciones que surjan en toda la boca, tanto en la mucosa como en la lengua, amígdalas y dientes.

Si nunca hemos realizado un autoexploración bucal lo mejor es pedir a nuestro odontólogo nos enseñe a realizarla. Lo ideal es que la autoexploración la realicemos de forma periódica cada 5 o 6 meses y su buena utilización puede avisar de la aparición desde pequeñas afecciones a enfermedades graves, como el cáncer oral, cuyo tratamiento precoz es vital. En ningún caso puede sustituir a las visitas periódicas al dentista.

El primer paso para la autoexploración será observar nuestros labios, tanto su parte externa como su cara interna. La aparición de manchas, bultos, nódulos o lesiones deben alertarnos, así como el color de la mucosa, que debe ser rosada y brillante.

Siguiendo con las mucosas de la boca prestaremos atención a ambas mejillas. Ayudándonos con los dedos podremos ampliar el campo de visión y comprobar su color y la existencia o no de lesiones o manchas. Si carecemos de algún diente es posible que exista una protuberancia en esa mucosa. No hay que alarmarse puesto que simplemente es una adaptación de la mejilla a ese hueco que falta en la mandíbula.

A continuación será el turno de observar el paladar. Su visión es más complicada por lo que un espejo pequeño nos será de gran ayuda. El paladar se divide en dos partes diferenciadas: el duro y el blando que finaliza en la úvula palatina o campanilla. Ambos deben tener una tonalidad rosa, más oscura en el blando. En esa  misma zona, justo antes de la entrada a la faringe, se encuentran las amígdalas palatinas. Si no se ha realizado una extirpación de las mismas (amigdalectomía), se deben observar para detectar posibles infecciones.

La lengua es una de las estructuras de la boca más importantes, junto con los dientes, y a la cual no se le suele prestar demasiada atención. Es un gran indicador de enfermedades por lo que hay que explorarla cuidadosamente. Su color debe ser rosado, de aspecto rugoso y sin lesiones en las papilas. Hay que comprobar si existe dificultad al moverla y también revisarla mediante palpación, para detectar posibles bultos.

Sin abandonar la lengua, también hay que explorar sus caras laterales y, por supuesto, su cara inferior, ya sin papilas pero que debe mantener una mucosa brillante y húmeda. Bajo esa parte inferior de la lengua se encuentra el denominado suelo de la boca, una zona donde se producen gran parte de las lesiones bucales. Para poder observarlo bien basta con apoyar la punta de la lengua en el paladar o en los dientes superiores. En el suelo de la boca se encuentra el frenillo y, a ambos lados de él, las glándulas salivares sublinguales.

Es el turno ahora de las encías, las cuales deben tener un color rosa brillante, sin bultos ni manchas, y al tacto no deben doler ni sangrar. Por último hay que revisar todos y cada uno de los dientes, su color y la aparición en su superficie de manchas, puntos o incluso pequeñas fisuras o roturas.

Ante cualquier alteración anormal de la fisiología de nuestra boca, o duda al observar alguno de sus elementos, lo mejor es acudir lo antes posible a nuestro odontólogo.

 

Fuentes:

Consejo Dentistas: “Autoexploración como ayuda al diagnóstico precoz del cáncer oral”