El cannabis ha sido utilizado durante miles de años con fines terapéuticos. Existen evidencias que en el año 3000 a. de C., en China, se usaba para tratar enfermedades reumatológicas o para combatir la malaria. Desde entonces, distintas civilizaciones se han ido sirviendo de esta planta con diferentes finalidades más allá de la medicinal (recreativa, mágica, etc.), y, actualmente, se ha convertido en la
sustancia ilegal más consumida tanto en Europa como en Estados Unidos, con el agravante de banalizarse la percepción del riesgo de su consumo y de estar casi bien visto socialmente. Sin embargo, no debe olvidarse que el tetrahidrocannabinol (THC), uno de los principios activos que se extraen de la planta del cáñamo (
Cannabis indica), tiene efectos psicoactivos y que entre el 30% y el 40% de los episodios psicóticos atendidos en hospitales están causados por el consumo de esta droga.
El cannabis es un producto natural, pero esto no quiere decir que sea un producto inofensivo para la salud, y se ha demostrado que su consumo provoca alteraciones en el funcionamiento normal del cerebro y otras manifestaciones orgánicas.
Los derivados del cáñamo más consumidos son:
- Marihuana o maría (obtenida a partir de la trituración de flores, hojas y tallos secos).
- Hachís o chocolate (obtenido a partir de la resina almacenada en las flores de la planta hembra, que se prensa hasta formar una pasta compacta de color marrón).
Inmediatamente después de su consumo, esta droga causa la llamada
borrachera cannábica, caracterizada por la alteración de la memoria, de la atención y de la concentración, así como por el enrojecimiento ocular, la descoordinación motora, la risa incontrolada, la sequedad bucal, la somnolencia y la taquicardia. A corto plazo, provoca
efectos psicológicos (desinhibición, hilaridad, relajación, sensación de lentitud en el paso del tiempo, etc.) y
efectos fisiológicos (aumento del apetito, sequedad de boca, sudoración, taquicardia, etc.). Su uso crónico se relaciona con
bronquitis, con
cánceres en la lengua, la laringe o los pulmones o con
trastornos psiquiátricos (esquizofrenia y depresión), sobre todo cuando el consumo de esta sustancia se inicia en la adolescencia.
Los
efectos sobre la salud bucodental del cannabis están claramente relacionados con la sequedad bucal (xerostomía), la enfermedad periodontal y con el aumento del apetito, que lleva a un mayor consumo de alimentos que favorecen la aparición de caries (como los hidratos de carbono simples) y de bebidas azucaradas. Ambas situaciones, junto a un estilo de vida poco saludable y un descuido de la salud bucal que puede ser el propio de algunos de sus consumidores, conducen a una mayor susceptibilidad a la acumulación de placa bacteriana, a la aparición de caries dental y al desarrollo de enfermedad periodontal. Igualmente, el consumo de cannabis se ha asociado al desarrollo de leucoplasia (lesión blanquinosa de la lengua o la mucosa oral, que ni se desprende ni puede atribuirse a ninguna otra enfermedad) y de cáncer oral.
Por todo lo dicho, es muy importante llevar a cabo campañas de información que permitan conocer los riesgos de esta sustancia antes de optar por consumirla o no, así como concienciar a sus consumidores de la necesidad de realizar una buena higiene bucodental y de visitar regularmente al especialista, para detectar a tiempo cualquier lesión que pudiera aparecer y actuar en consecuencia.