
Las enfermedades periodontales son una de las principales causas de pérdida dental en adultos, pero se pueden prevenir en gran medida con higiene adecuada, control de factores de riesgo y visitas periódicas al odontólogo.
En este artículo explicamos qué son, sus causas y consecuencias, las estrategias más efectivas de prevención y los tratamientos disponibles para controlarlas, integrando recomendaciones prácticas y basadas en evidencia.
Las enfermedades periodontales son afecciones inflamatorias que afectan los tejidos que sostienen a los dientes, como las encías, el ligamento periodontal, el cemento radicular y el hueso alveolar. Se originan por la acumulación de placa bacteriana (biofilm) en el margen gingival y entre los dientes. Cuando la placa no se elimina de forma constante, se mineraliza formando sarro (tártaro) y desencadena inflamación persistente.
Dentro de estas patologías, la gingivitis es la fase inicial y reversible, caracterizada por encías rojas, inflamadas y con sangrado al cepillado o al usar hilo. Si la inflamación persiste, puede progresar a periodontitis, donde aparece pérdida de inserción clínica y destrucción del hueso que soporta el diente. Esta etapa cursa con bolsas periodontales, movilidad y, eventualmente, pérdida dental si no se trata.
Para orientar el diagnóstico y el plan de cuidado, se utiliza una clasificación por estadios (I–IV) según severidad y complejidad, y por grados (A–C) según la velocidad de progresión y los factores de riesgo. Esta clasificación de las enfermedades periodontales ayuda a personalizar tanto el tratamiento como el programa de mantenimiento y prevención de recaídas.
La causa principal es la acumulación de placa y sarro, que mantiene un estímulo inflamatorio crónico en el margen gingival. El cepillado insuficiente o con técnica ineficaz, junto con la ausencia de limpieza entre dientes, permite que el biofilm se desarrolle en zonas críticas, especialmente en los espacios interproximales. Por ello, integrar en la rutina la limpieza de estos espacios con hilo, cepillos interdentales o irrigadores para tener una buena higiene interproximal es clave para la prevención.
Existen factores de riesgo que aumentan la susceptibilidad y la severidad, como el tabaquismo, que es uno de los más potentes, porque altera la respuesta tisular y reduce el éxito del tratamiento. La diabetes mal controlada incrementa la inflamación y acelera la destrucción periodontal. También influyen la predisposición genética, el empleo de medicamentos que reducen el flujo salival, estrés, y una higiene bucal deficiente.
Los hábitos y el estilo de vida modulan el curso de la enfermedad. Dietas ricas en azúcares y grasas saturadas, consumo de alcohol, y la obesidad se relacionan con mayor inflamación sistémica y peores resultados periodontales. Por el contrario, una alimentación equilibrada, el control del estrés y rutinas de higiene consistentes fortalecen la capacidad del organismo para mantener las encías sanas.
Consecuencias de no tratar las enfermedades periodontales
A nivel local, las señales de alarma incluyen sangrado gingival, mal aliento persistente, enrojecimiento, sensibilidad, encías retraídas y cambios en la posición de los dientes. Si el proceso avanza, aparecen bolsas periodontales, movilidad y pérdida de piezas. La función masticatoria, la fonación y la estética se ven afectadas, complicando la vida diaria.
La relación entre enfermedades periodontales y salud general es significativa. Existe una asociación bidireccional con la diabetes: la periodontitis dificulta el control glucémico y, a su vez, la hiperglucemia empeora la respuesta periodontal. También se han descrito vínculos con enfermedades cardiovasculares y resultados adversos del embarazo, lo que subraya la importancia de la prevención como parte de un enfoque integral de salud.
El impacto en la calidad de vida puede ser notable por el dolor o molestia al masticar, inseguridad estética, restricciones alimentarias y costos elevados de rehabilitación. Todo ello es, en gran medida, evitable si se prioriza el diagnóstico precoz y un programa de prevención y mantenimiento bien estructurado.
La higiene oral diaria es la base, así que cepíllate al menos dos veces al día con una pasta fluorada usando una técnica que alcance el margen gingival y limpia los espacios interdentales a diario. Incluir estos hábitos dentro de una rutina de salud bucal diaria ayuda a mantener el biofilm bajo control y a reducir la inflamación gingival.
También reduce el consumo de azúcares libres y prioriza fibra, frutas y verduras. Dejar de fumar es probablemente la medida más impactante para mejorar la salud periodontal y la respuesta al tratamiento; mantén una hidratación adecuada y limita el alcohol para proteger los tejidos y la microbiota oral.
Las visitas periódicas al odontólogo o higienista (cada 6–12 meses, o con mayor frecuencia si hay riesgo) permiten detectar signos tempranos, realizar profilaxis, ajustar la técnica de higiene y abordar factores de riesgo. Si ya has sido tratado por periodontitis, el mantenimiento periodontal programado es imprescindible para prevenir recaídas y preservar los resultados.
El tratamiento periodontal comienza con la educación e instrucción de higiene personalizadas, control de placa, y eliminación de cálculo mediante profilaxis, raspado y alisado radicular. Esta fase reduce la inflamación, disminuye la profundidad de la bolsa y sienta las bases para la estabilidad a largo plazo.
En casos moderados o severos, se consideran terapias avanzadas, porque la cirugía periodontal puede mejorar el acceso para desbridamiento, reducir bolsas, corregir defectos y, en algunos casos, regenerar tejidos mediante técnicas y biomateriales específicos. La indicación depende del estadio y grado, así como de la anatomía y los factores del paciente.
Las afecciones de las encías abarcan gingivitis y periodontitis, y en el caso de rehabilitaciones con implantes también pueden presentarse mucositis y periimplantitis. En estos escenarios, la prevención se centra en el control del biofilm, la eliminación de factores locales que retengan placa y el seguimiento profesional.
Quienes portan implantes requieren una rutina de cuidados específica para reducir el riesgo de inflamación de los tejidos periimplantarios. Adaptar la higiene, elegir instrumentos adecuados y asistir a controles periódicos resulta esencial para evitar complicaciones como la periimplantitis, con recomendaciones específicas en el apartado de implantes dentales.
Prevenir las enfermedades periodontales es más eficaz y menos costoso que tratar sus consecuencias. Ante sangrado, mal aliento o sensibilidad, acude a tu odontólogo o periodoncista para una evaluación temprana y un plan de cuidado personalizado.
Las enfermedades periodontales son una de las principales causas de pérdida dental en adultos, pero se pueden prevenir en gran medida con higiene adecuada, control de factores de riesgo y visitas periódicas al odontólogo.
En este artículo explicamos qué son, sus causas y consecuencias, las estrategias más efectivas de prevención y los tratamientos disponibles para controlarlas, integrando recomendaciones prácticas y basadas en evidencia.
Las enfermedades periodontales son afecciones inflamatorias que afectan los tejidos que sostienen a los dientes, como las encías, el ligamento periodontal, el cemento radicular y el hueso alveolar. Se originan por la acumulación de placa bacteriana (biofilm) en el margen gingival y entre los dientes. Cuando la placa no se elimina de forma constante, se mineraliza formando sarro (tártaro) y desencadena inflamación persistente.
Dentro de estas patologías, la gingivitis es la fase inicial y reversible, caracterizada por encías rojas, inflamadas y con sangrado al cepillado o al usar hilo. Si la inflamación persiste, puede progresar a periodontitis, donde aparece pérdida de inserción clínica y destrucción del hueso que soporta el diente. Esta etapa cursa con bolsas periodontales, movilidad y, eventualmente, pérdida dental si no se trata.
Para orientar el diagnóstico y el plan de cuidado, se utiliza una clasificación por estadios (I–IV) según severidad y complejidad, y por grados (A–C) según la velocidad de progresión y los factores de riesgo. Esta clasificación de las enfermedades periodontales ayuda a personalizar tanto el tratamiento como el programa de mantenimiento y prevención de recaídas.
La causa principal es la acumulación de placa y sarro, que mantiene un estímulo inflamatorio crónico en el margen gingival. El cepillado insuficiente o con técnica ineficaz, junto con la ausencia de limpieza entre dientes, permite que el biofilm se desarrolle en zonas críticas, especialmente en los espacios interproximales. Por ello, integrar en la rutina la limpieza de estos espacios con hilo, cepillos interdentales o irrigadores para tener una buena higiene interproximal es clave para la prevención.
Existen factores de riesgo que aumentan la susceptibilidad y la severidad, como el tabaquismo, que es uno de los más potentes, porque altera la respuesta tisular y reduce el éxito del tratamiento. La diabetes mal controlada incrementa la inflamación y acelera la destrucción periodontal. También influyen la predisposición genética, el empleo de medicamentos que reducen el flujo salival, estrés, y una higiene bucal deficiente.
Los hábitos y el estilo de vida modulan el curso de la enfermedad. Dietas ricas en azúcares y grasas saturadas, consumo de alcohol, y la obesidad se relacionan con mayor inflamación sistémica y peores resultados periodontales. Por el contrario, una alimentación equilibrada, el control del estrés y rutinas de higiene consistentes fortalecen la capacidad del organismo para mantener las encías sanas.
Consecuencias de no tratar las enfermedades periodontales
A nivel local, las señales de alarma incluyen sangrado gingival, mal aliento persistente, enrojecimiento, sensibilidad, encías retraídas y cambios en la posición de los dientes. Si el proceso avanza, aparecen bolsas periodontales, movilidad y pérdida de piezas. La función masticatoria, la fonación y la estética se ven afectadas, complicando la vida diaria.
La relación entre enfermedades periodontales y salud general es significativa. Existe una asociación bidireccional con la diabetes: la periodontitis dificulta el control glucémico y, a su vez, la hiperglucemia empeora la respuesta periodontal. También se han descrito vínculos con enfermedades cardiovasculares y resultados adversos del embarazo, lo que subraya la importancia de la prevención como parte de un enfoque integral de salud.
El impacto en la calidad de vida puede ser notable por el dolor o molestia al masticar, inseguridad estética, restricciones alimentarias y costos elevados de rehabilitación. Todo ello es, en gran medida, evitable si se prioriza el diagnóstico precoz y un programa de prevención y mantenimiento bien estructurado.
La higiene oral diaria es la base, así que cepíllate al menos dos veces al día con una pasta fluorada usando una técnica que alcance el margen gingival y limpia los espacios interdentales a diario. Incluir estos hábitos dentro de una rutina de salud bucal diaria ayuda a mantener el biofilm bajo control y a reducir la inflamación gingival.
También reduce el consumo de azúcares libres y prioriza fibra, frutas y verduras. Dejar de fumar es probablemente la medida más impactante para mejorar la salud periodontal y la respuesta al tratamiento; mantén una hidratación adecuada y limita el alcohol para proteger los tejidos y la microbiota oral.
Las visitas periódicas al odontólogo o higienista (cada 6–12 meses, o con mayor frecuencia si hay riesgo) permiten detectar signos tempranos, realizar profilaxis, ajustar la técnica de higiene y abordar factores de riesgo. Si ya has sido tratado por periodontitis, el mantenimiento periodontal programado es imprescindible para prevenir recaídas y preservar los resultados.
El tratamiento periodontal comienza con la educación e instrucción de higiene personalizadas, control de placa, y eliminación de cálculo mediante profilaxis, raspado y alisado radicular. Esta fase reduce la inflamación, disminuye la profundidad de la bolsa y sienta las bases para la estabilidad a largo plazo.
En casos moderados o severos, se consideran terapias avanzadas, porque la cirugía periodontal puede mejorar el acceso para desbridamiento, reducir bolsas, corregir defectos y, en algunos casos, regenerar tejidos mediante técnicas y biomateriales específicos. La indicación depende del estadio y grado, así como de la anatomía y los factores del paciente.
Las afecciones de las encías abarcan gingivitis y periodontitis, y en el caso de rehabilitaciones con implantes también pueden presentarse mucositis y periimplantitis. En estos escenarios, la prevención se centra en el control del biofilm, la eliminación de factores locales que retengan placa y el seguimiento profesional.
Quienes portan implantes requieren una rutina de cuidados específica para reducir el riesgo de inflamación de los tejidos periimplantarios. Adaptar la higiene, elegir instrumentos adecuados y asistir a controles periódicos resulta esencial para evitar complicaciones como la periimplantitis, con recomendaciones específicas en el apartado de implantes dentales.
Prevenir las enfermedades periodontales es más eficaz y menos costoso que tratar sus consecuencias. Ante sangrado, mal aliento o sensibilidad, acude a tu odontólogo o periodoncista para una evaluación temprana y un plan de cuidado personalizado.
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