Consejos para una boca sana
04 abr 2017
La creencia popular de que «cada embarazo le cuesta un diente a la madre» está todavía demasiado extendida entre la población. Es cierto que el embarazo genera una serie de cambios fisiológicos (anatómicos y funcionales) y de conducta en la mujer que pueden causar determinadas enfermedades o agravar patologías ya presentes, pero se trata de extremar las precauciones para evitar tener que lamentar pérdidas de piezas dentales.
El embarazo provoca cambios fisiológicos cardiovasculares (incremento de la frecuencia cardíaca, descenso de la presión arterial, subida de la presión venosa en la mitad inferior del cuerpo, elevación del volumen sanguíneo, etc.), dermatológicos (pigmentaciones, estrías, etc.), digestivos (estreñimiento, pirosis, náuseas, vómitos, etc.), endocrinológicos (elevación de la insulina, del cortisol y de los lípidos totales, alteraciones tiroideas, etc.), ginecológicos (mamas más grandes, vulva más hiperémica, vagina más edematosa, etc.), hematológicos (aumento de las necesidades de hierro, descenso del hematocrito, etc.), metabólicos (elevación del metabolismo basal), pulmonares (dificultad respiratoria, incremento del volumen respiratorio circulante, etc.) y urinarios (aumento del volumen urinario, incremento de la frecuencia miccional, descenso de la densidad de la orina, etc.).
El embarazo no es una enfermedad, es un estado fisiológico, y, parafraseando el principio de presunción de inocencia, puede afirmarse que una mujer embarazada es una mujer sana hasta que se demuestre lo contrario.
La cavidad oral tampoco puede librarse de estos cambios fisiológicos. Las alteraciones hormonales, las modificaciones dietéticas y las variaciones en la microbiota gingival y en la respuesta inmunitaria repercuten en la salud bucodental y pueden producir:
Los cambios en la cantidad y composición de la saliva, el aumento de la relación bacterias anaerobias / bacterias aerobias en el surco gingival, los vómitos y el reflujo gástrico son los factores relacionados con una discreta elevación de la incidencia de caries y de erosión dental durante el embarazo, para nada vinculada con una mayor demanda de calcio por parte del feto, quien supliría sus necesidades de la dieta o las reservas óseas maternas, pero nunca de sus dientes. Sólo en caso de cambiar los hábitos higiénicos y alimentarios durante esta etapa, la aparición de caries podría aumentar considerablemente.
El incremento del metabolismo de los estrógenos y la síntesis de prostaglandinas junto con alteraciones en la microbiota oral causan alteraciones gingivales y afectan al sistema inmunitario y al patrón de síntesis de colágeno en la encía. La gingivitis del embarazo, que suele empezar en el segundo mes de gestación y no desaparece hasta después del parto, es característica de esta etapa vital. Si ésta ya estaba presente antes del embarazo podría evolucionar a periodontitis, relacionada con los partos prematuros y el nacimiento de niños de bajo peso al nacer. Sin embargo, en ausencia de placa bacteriana, los cambios hormonales que experimenta la mujer embarazada serán incapaces de desarrollar enfermedad periodontal.
En tercer lugar, destacan los trastornos mucosos. El granuloma de la embarazada, conocido también como granuloma telangiectásico, épulis del embarazo o tumor del embarazo, es una tumoración benigna causada por una proliferación de la mucosa situada entre los dientes, de color rojizo, que sangra con facilidad al roce y que suele disminuir de tamaño o desaparecer tras el parto.
Un control odontológico antes del embarazo que permita, en función del estado de la boca de la mujer, tomar las medidas preventivas adecuadas o instaurar los tratamientos oportunos, será fundamental para garantizar una buena salud bucodental durante el embarazo, momento en el que se deberá realizar una higiene oral exhaustiva, seguir una alimentación equilibrada y acudir al profesional ante cualquier contratiempo, siempre indicándole el momento de la gestación en el que se encuentra para poder decidir la mejor manera de actuar.
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