Consejos para una boca sana
14 mar 2018
Cada vez son más las evidencias de la influencia de la salud bucodental sobre el estado de salud general. Sin embargo, gran parte de la población general parece no tenerlo en cuenta, hasta el punto que, en un estudio realizado en 2016, se concluyó que un 90% de los españoles ignoraba que una mala salud dental podía ser causa de cardiopatías.
La relación entre salud bucodental y enfermedad cardiovascular es tal que la American Hearth Association, en un documento de consenso, ha establecido, como medida preventiva de cardiopatía isquémica, el cuidado periodontal.
Las personas con algún tipo de enfermedad gingival tienen entre un 25 y un 50% más de riesgo de padecer un trastorno cardiovascular.
Pero, ¿y en el sentido contrario? ¿Influye la salud bucodental en la evolución del paciente que ya presenta una cardiopatía? ¿Deben tomarse algunas medidas especiales en la práctica odontológica llevada a cabo en el paciente con enfermedad cardiovascular? Evidentemente, sí.
La práctica odontológica siempre comporta un cierto grado de estrés y es muy importante, en esta situación, extremar las precauciones para minimizarlo al mínimo. Establecer una relación directa con el paciente, realizar visitas cortas y citar al paciente en las primeras horas de la tarde son buenas medidas a tomar. Así mismo, deberán tenerse en cuenta el tipo de patología cardiovascular que presente, la gravedad y la estabilidad de la misma y el tratamiento que esté siguiendo, debiéndose extremar las precauciones en el paciente anticoagulado.
La profilaxis antibiótica cuando la práctica odontológica lo requiera y la elección adecuada de los fármacos administrados durante la visita serán también clave para evitar complicaciones.
Todos los anestésicos locales usados en odontología actúan sobre dos órganos diana: el corazón y el sistema nervioso central, aunque los efectos secundarios sobre el sistema cardiovascular sólo se producen cuando se administran dosis excesivas del fármaco. Sin embargo, la interacción de los anestésicos con otras sustancias vasoactivas sí que puede provocar, con mayor frecuencia, efectos sobre el sistema cardiovascular.
Los vasoconstrictores usados habitualmente en odontología son los derivados de las aminas simpaticomiméticas (adrenalina y noradrenalina), que actúan sobre los receptores ß y, por tanto, afectan al corazón. Para evitarlo, en los pacientes cardiovasculares, pueden utilizarse los vasoconstrictores derivados de hormonas vasopresoras (p. ej., felipresina), que carecen de efectos sobre este sistema.
Otras consideraciones a tener en cuenta en el paciente con cardiopatía pasarán por usar con precaución los equipos eléctricos (bisturí eléctrico, turbina dental, electrocauterización, etc.) en los pacientes portadores de marcapasos; en adoptar una posición de la silla que sea bien tolerada por el paciente y que permita que el odontólogo pueda desarrollar correctamente su labor en el caso de insuficiencia cardíaca, y en incorporarse lentamente para evitar episodios de hipotensión ortostática en el caso de los pacientes en tratamiento antihipertensivo.
Una formación adecuada de cómo adaptar la práctica odontológica a la situación especial de cada uno permitirá llevar a cabo una asistencia de mayor calidad que garantice la seguridad del paciente.
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