Actualidad para profesionales de la odontología
14 mayo 2019
El jefe del Servicio de Cardiología del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) y ex presidente de la Sociedad Española de Cardiología (SEC), el Dr. José Ramón González Juanatey, ha participado recientemente en el Perio & Cardio Workshop de la European Federation of Periodontology (EFP) y la World Heart Federation (WHF). En esta entrevista nos habla de la relación entre la periodontitis y la enfermedad cerebrovascular aterosclerótica y de cómo debe ser la colaboración entre odontólogos y cardiólogos.
Ha sido uno de los expertos del Perio & Cardio Workshop 2019 de la EFP y la WHF. Como cardiólogo experto, ¿cuál es su visión de la relación entre periodontitis y enfermedad cerebrovascular aterosclerótica?
La periodontitis, como toda enfermedad inflamatoria/infecciosa crónica, provoca un estado proinflamatorio sistémico que favorece la disfunción endotelial, que constituye el elemento fisiopatológico clave para el inicio, la progresión y la inestabilización del proceso ateroesclerótico. La misma relación se ha demostrado en otras enfermedades inflamatorias sistémicas como la artritis reumatoide, las infecciones crónicas o la artritis psoriásica, entre otras.
¿Existe evidencia científica suficiente para sustentar esta relación?
La base que sustenta esta relación es, como ya he mencionado, de tipo fisiopatológico, pero también epidemiológico y de registros que indican que, por un lado, los pacientes con enfermedad periodontal presentan un mayor riesgo cardiovascular y, por otro, los pacientes con enfermedades cardiovasculares clínicas y enfermedad periodontal tienen un mayor riesgo de nuevas complicaciones.
¿Es factible que los cardiólogos lleguen a hablar de salud bucal en sus consultas?
Estoy totalmente convencido. Además, debería ser un elemento a considerar en todos los programas de rehabilitación cardíaca tras una complicación cardiovascular, en particular en pacientes con infarto de miocardio e insuficiencia cardíaca. En ellos debería evaluarse la presencia de periodontitis y de otras patologías bucodentales, poniendo en práctica estrategias para su prevención y tratamiento. Estoy convencido de que, además de mejorar la calidad de vida de los pacientes, estaríamos incidiendo sobre un mecanismo de progresión e inestabilización de pacientes con patologías cardiovasculares.
¿Y que los odontólogos realicen en sus consultas el test SCORE de riesgo cardiovascular?
También lo veo factible. Las Guías Europeas de Prevención indican que la evaluación del riesgo cardiovascular debería llevarse a cabo en todo contacto sanitario, y la visita a un profesional de la odontología debe considerarse como tal. Aconsejar y, en definitiva, educar sobre prevención cardiovascular tiene un retorno inmediato en calidad y cantidad de vida para los individuos. Sirvan de ejemplo los resultados de un estudio reciente que indican que la medida de la presión arterial en lugares que de forma directa no tienen que ver con la salud, como las bases de bomberos u otros servicios públicos no sanitarios, se acompañó de un mejor diagnóstico de hipertensión arterial y de un mayor control de la presión, que a su vez se tradujo en un menor riesgo de complicaciones cardiovasculares y muerte por este origen.
¿Qué papel podrían tener las unidades de rehabilitación cardíaca en cuanto a educación bucodental?
Las unidades de rehabilitación cardíaca podrían jugar un papel clave en la evaluación y el tratamiento de las patologías bucodentales y, en particular, de la periodontitis dentro de una evaluación y manejo global del riesgo cardiovascular de los pacientes. Para ello sería necesario buscar una relación directa con odontólogos de nuestras áreas sanitarias para determinar la mejor forma de colaboración. Estoy convencido de que ayudaríamos a la salud global de al menos los pacientes con patologías cardiovasculares. Lo considero una prioridad.
¿A partir de qué momento realizaría el tratamiento periodontal a un paciente que ha sufrido un evento cardiovascular?
La evaluación debería hacerse de forma inmediata y quizás también el inicio del tratamiento. Tendríamos que llegar a protocolos conjuntos que permitiesen la colaboración entre cardiólogos y odontólogos que, además, serían muy útiles en pacientes con tratamientos antitrombóticos, tanto con antiagregantes plaquetarios como con anticoagulantes. La próxima publicación de un documento de consenso creo que será de gran ayuda para todos.
Existe cierta confusión respecto a los nuevos anticoagulantes orales. ¿Cuál debe ser la actuación de los odontólogos ante estos pacientes?
De forma global, la actitud con los anticoagulantes directos debe ser similar a la que tenemos con los antivitamina K. Debemos conocer que son fármacos con un menor riesgo de sangrado intracraneal que el Sintrom® y más eficaces globalmente en la prevención del ictus. La mayoría de los procedimientos bucodentales debería llevarse a cabo sin suspender la anticoagulación en ninguno de los casos. En situaciones con un mayor riesgo de sangrado de difícil control se podrían suspender el día anterior y reanudarse al día siguiente. No parece que la terapia puente con heparina de bajo peso en casos seleccionados pueda ser de ayuda y, por tanto, no debe llevarse a cabo.
En relación con la profilaxis de endocarditis, ¿volvemos hacia guías más conservadoras? ¿Qué dosis recomendamos hoy en día?
La profilaxis de la endocarditis bacteriana es un tema de continua controversia. Tras la publicación de las últimas guías que restringen el empleo de antibióticos a casos muy seleccionados de pacientes con patologías cardíacas complejas, han aparecido publicaciones que sugieren que podría existir un repunte en la incidencia de casos de endocarditis bacteriana, que representa una de las patologías cardíacas más graves.
La recomendación actual es realizar la profilaxis en pacientes que van a someterse a procedimientos que perforen la mucosa oral o en caso de manipulación gingival o de la región periapical de los dientes. Solo se recomienda realizarla en pacientes con prótesis valvulares cardíacas u otro material protésico, endocarditis bacteriana previa o cardiopatías congénitas cianóticas, y la recomendación es administrar 2 gramos de ampicilina oral 30-60 minutos antes del procedimiento, o clindamicina en alérgicos a la penicilina o ampicilina. Hay muchos cardiólogos que son críticos con estas recomendaciones tan restrictivas y aconsejan profilaxis clásica en otras patologías cardíacas como enfermedades de las válvulas nativas. Sin duda, necesitaríamos más evidencia y solo con ella podríamos realizar unas recomendaciones más precisas.
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