Actualidad para profesionales de la odontología
13 mayo 2021
Según se ha puesto de relieve en el marco del 2º Congreso Nacional Multidisciplinar COVID-19, en una sesión científica promovida por la Sociedad Española de Periodoncia (SEPA) y que ha contado con el apoyo de DENTAID, “las clínicas dentales han tenido un comportamiento ejemplar en relación con la pandemia”, en palabras del Prof. David Herrera, Patrono de la Fundación SEPA y co-director del Grupo de Investigación ETEP (Etiología y Terapéutica de las Enfermedades Periodontales y Periimplantarias) de la Universidad Complutense de Madrid.
Según este experto, “primero, destacar el papel realizado por las clínicas dentales reduciendo su actividad a lo imprescindible durante el confinamiento (exclusivamente atenciones de urgencia) y, luego, reiniciando la actividad cuando las medidas de seguridad lo hicieron posible, siguiendo los estrictos protocolos, definidos por el Consejo de Dentistas de España, y realizando la formación adecuada, para todo el personal”.
Los estudios demuestran que, con estos protocolos, “la clínica odontológica es un lugar muy seguro, sobre todo porque las medidas habituales de control de infección cruzada en la clínica dental ya eran muy seguras antes de esta pandemia”, afirma el expresidente de SEPA.
Medidas adecuadas
Desde los años 80 del siglo pasado, con la irrupción del SIDA y la hepatitis B (de una forma diferente, pero a la vez parecida a la de la COVID-19), en las clínicas dentales se establecieron protocolos de desinfección y esterilización de los diferentes espacios e instrumental. Esto ha permitido no tener que cambiar sustancialmente la rutina clínica odontológica para la prevención de la transmisión de infecciones como en este caso, el coronavirus SARS-CoV-2.
En cualquier clínica dental, una vez se ha realizado un trabajo o cuando ya se ha atendido a un paciente en un gabinete, todas las superficies no susceptibles de ser esterilizadas se desinfectan (el sillón dental, las encimeras, la lámpara del sillón…) y todo el instrumental utilizado se lleva a la sala de esterilización. Una vez desinfectado, se empaqueta y se esteriliza en un autoclave, verificando que cada ciclo realizado por el aparato es eficaz.
Además, el profesional que trabaja en la clínica dental utiliza siempre barreras protectoras, como mascarillas, guantes, pantallas o gafas de protección y, por supuesto, ropa específica para el trabajo, que o bien se desechan tras su uso o se desinfectan entre cada visita. Otras medidas básicas de higiene se aplican de forma rutinaria; por ejemplo, los suelos se limpian de forma adecuada y regularmente con productos desinfectantes como la solución de hipoclorito de sodio u otros productos desinfectantes verificados que inactivan SARS-CoV-2.
Este proceder es generalizado y está instaurado desde hace décadas en las clínicas odontológicas de España. Con todo, y a raíz de la declaración de pandemia mundial de coronavirus, desde hace más de un año se han adoptado medidas adicionales para conseguir que la transmisión de la COVID-19 en el ámbito de las clínicas dentales sea prácticamente inexistente o anecdótico (muy inferior al riesgo de transmisión en cualquier otro punto de atención sanitaria). Como ha expuesto durante el 2º Congreso COVID-19 la profesora Mª del Rosario Garcillán Izquierdo, del Departamento de Odontología Preventiva y Comunitaria de la Facultad de Odontología de la Universidad Complutense de Madrid (UCM), “en la situación de pandemia SARS-CoV-2 que estamos viviendo los profesionales de Odontología hemos tenido que incluir nuevas medidas en nuestros protocolos para evitar el contagio del coronavirus”.
Se han adoptado importantes medidas de prevención en las clínicas dentales, que han demostrado ser eficaces; además, ahora incluso es posible hacer una valoración del resultado que han ofrecido algunas soluciones innovadoras que se han ido sumando a lo largo de los últimos meses. En este sentido, la profesora de la UCM subraya que “las medidas preventivas son las que confieren mayor protección, habiéndose demostrado que los ambientes ventilados son especialmente aconsejables para aislarnos en mayor medida del virus”.
La cavidad bucal y las vías respiratorias son la puerta de entrada a la infección que estamos padeciendo. Por un lado, se están diagnosticando lesiones en partes blandas debido al coronavirus y, por otro, algunos colutorios ayudan a disminuir la carga viral en la boca. “Sumado todo esto al hecho de que necesitamos quitar la mascarilla a nuestros pacientes para llevar a cabo los tratamientos dentales, la Odontología ha adoptado protocolos estrictos de seguridad frente a la infección por SARS-Cov-2, con muy buenos resultados en su cumplimiento”, subraya Mª del Rosario Garcillán, quien recuerda “la importancia de que los pacientes sigan acudiendo puntualmente a las clínicas para mantener su salud bucodental”.
Profesión de riesgo, pero bien protegida
La profesión odontológica, en su vertiente asistencial, se incluye en el grupo de mayor riesgo en un escenario epidémico, a pesar de no tratarse de la primera línea en la lucha contra la pandemia en sí. “Esto se agrava en el caso de infecciones de transmisión respiratoria, puesto que el riesgo de contacto con secreciones, mucosas y aerosoles en la consulta es extremo y obliga a medidas preventivas específicas no aplicables en otros ámbitos”, ha reconocido el Prof. Víctor Jiménez Cid, del Departamento de Microbiología y Parasitología de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid, quien, a su vez, ha puesto de manifiesto que “dada su especialización biomédica, el periodoncista puede aportar mucho al contexto global del control de la pandemia, con una visión e ideas de interés general”.
La infección cruzada, que alude a la trasmisión de agentes patógenos entre los pacientes y el personal asistencial de forma recíproca en el entorno clínico, es clave en un escenario pandémico puesto que, en ausencia de barreras y protocolos de prevención adecuados, los centros asistenciales se convierten en peligrosos focos de contagio (como sucedió, por ejemplo, con la amplificación de brotes de Ébola al inicio de la epidemia centroafricana en hospitales). La infección puede ser resultado del contacto directo (persona-persona) o indirecto, mediante objetos contaminados denominados fomites (utensilios, toallas, entre otros).
En la actual pandemia, el personal sanitario con actividad asistencial ha sufrido una de las mayores tasas de contagio, sobre todo al inicio de la pandemia. “Aunque la crisis de COVID-19 ha capitalizado la gestión de la infección cruzada y ha obligado a la implementación de protocolos específicos, debemos especificar que su trascendencia es enorme, incluso en ausencia de un escenario pandémico, puesto que son muchas las patologías que pueden transmitirse en la consulta”, afirma el Prof. Jiménez Cid.
En este contexto, resulta ejemplar lo sucedido en las consultas dentales dado durante la pandemia, con una notificación mínima de eventos de infección cruzada en la clínica odontológica, a pesar del riesgo intrínseco al trabajo desempeñado. “Esto viene a atestiguar que la formación de los odontólogos en cuestión de prevención de riesgos es notable y su aportación a actitudes preventivas durante la crisis puede servir de ejemplo y ayudar mucho”, subraya el catedrático de Microbiología y Parasitología de la UCM. A su juicio, “los odontólogos, por ejemplo, fueron algunos de los primeros colectivos en poner sobre la mesa la trascendencia que podía tener la transmisión por aerosoles, cuando esta posibilidad no se observaba al principio de la pandemia”.
Los odontólogos han hecho valer sus conocimientos profundos sobre prevención de la infección cruzada, adaptándose a trabajar en un nivel 3 de bioseguridad y gestionando de manera profesional las barreras de transmisión, utilizando tecnologías de desinfección eficaces. Todo ello ha reducido la transmisión en un entorno de máximo riesgo, que es inherente a esta profesión.
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