Actualidad para los profesionales de farmacia
05 ago 2014
El tabaco provoca un olor propio que se suma al producido por otras sustancias que se añaden a los cigarrillos, como el alquitrán y otros múltiples aditivos. Todo esto genera un olor característico en el aliento y/o agrava la halitosis originada por otras causas. Además, el consumo de tabaco potencia el mal aliento, al aumentar la sequedad e irritación de las mucosas de la boca y de las vías respiratorias y digestivas altas. Esto contribuye a su falta de oxigenación y dificulta la higiene bucodental, que debe complementarse con productos específicos contra la halitosis, además de medidas físicas como el empleo de raspadores linguales y, por supuesto, el abandono del hábito.
El cambio en el color de la dentición, generalmente a un tono amarillento, es el signo más evidente y antiestético ocasionado por la acción del tabaco sobre los dientes, lo que es un reflejo del mal estado bucal que puede ocasionar esta adicción.
Se trata de un efecto muy desagradable y potencialmente peligroso. Debido a la acción del tabaco, el fumador experimenta una disminución progresiva de sus capacidades olfativas y de percepción de los sabores, especialmente para los salados, por lo que incluso puede aumentar su tensión arterial al abusar de forma inconsciente de la sal.
Debido a que el tabaco disminuye el riego sanguíneo de las encías, éstas presentan un color más pálido y parecen menos inflamadas de lo que realmente están, por lo que la enfermedad periodontal suele estar enmascarada en los fumadores, al ser menos frecuente y patente uno de los principales signos de alarma que llevan a muchas personas a consultar a su dentista o periodoncista: el sangrado de las encías. El fumador debe ser consciente de esta particularidad y visitar a su dentista de forma reglada, aunque piense que sus encías están bien.
En un cigarrillo existen unos 4.000 constituyentes que son farmacológicamente tóxicos, mutagénicos y de los cuales, además, unos 400 son carcinogénicos. Una de las consecuencias es que los fumadores tienen una disminución clara de las defensas de la encía frente al ataque bacteriano de la placa dental (biofilm), lo que aumenta de forma significativa la susceptibilidad a la infección periodontal.
Los fumadores no sólo tienen al menos tres veces más riesgo de sufrir una periodontitis y de que ésta progrese más rápidamente que en los no fumadores, sino que en estas personas se suele retrasar mucho más el diagnóstico por el enmascaramiento de signos como el sangrado y, por lo tanto, la puesta en marcha del tratamiento más oportuno para esta enfermedad.
Después del tratamiento inicial de la periodontitis, que incluye la monitorización de las medidas de higiene oral por parte del paciente y la eliminación de bacterias, cálculo, etc. mediante técnicas como el raspado y alisado radicular, una gran cantidad de estudios de investigación serios indican que la respuesta al tratamiento es peor en los fumadores comparada con la de los no fumadores. El 90% de las periodontitis que no responden convenientemente al tratamiento convencional de la enfermedad periodontal se dan en fumadores.
En los casos avanzados de periodontitis, cuando es necesario realizar cirugía periodontal, los resultados son menos favorables en los fumadores que en los pacientes que no fuman. Igualmente, cuando se intenta cubrir la raíz expuesta de un diente mediante cirugía de injertos de encía, los resultados son mucho menos predecibles en pacientes fumadores. La misma situación se reproduce al intentar regenerar de forma localizada el hueso que rodea los dientes perdidos por la enfermedad, bien sea con injertos de hueso, con membranas especiales, etc.
La enfermedad periodontal se puede controlar de forma crónica en la mayoría de los casos, pero el tabaco es uno de los factores esenciales para dificultar este control y para que la periodontitis no se estabilice o vuelva a aparecer a pesar de las medidas estándar de control. Además –y esto es muy importante–, el fumador tiene un mayor riesgo de perder dientes durante la fase de mantenimiento periodontal, esencial para conservar una dentadura saludable toda la vida.
Las personas que fuman presentan al menos dos veces más tasa de fracasos en el tratamiento con implantes dentales que los no fumadores. Por tanto, fumar está considerado como un factor predisponente al fracaso en implantes y constituye un factor de riesgo esencial en la etiología de la periimplantitis (infección del implante).
La disminución de las defensas y del riego sanguíneo en las encías de los fumadores no sólo facilita el riesgo de infecciones, sino que también reduce significativamente la capacidad de reparación de estos tejidos, retrasando de forma notable la cicatrización de las heridas, tanto traumáticas como quirúrgicas, como se ha comentado previamente.
MAYOR RIESGO DE CÁNCER ORAL
El tabaco es muy irritante y contiene un alto número de sustancias cancerígenas, entre las que destacan la nicotina y el alquitrán. Si al tabaquismo se añade además el consumo de alcohol, lo que es bastante habitual, el riesgo de sufrir cáncer oral se eleva considerablemente, siendo ésta la patología más dramática de la boca, tanto por su elevada mortalidad como por las secuelas graves y estéticas que genera.
20 ene 2022
Para hacer frente a las enfermedades bucodentales es fundamental unir esfuerzos y crear sinergias. En esta línea, y sobre todo con el objetivo…
07 oct 2021
Abandonar el hábito tabáquico es lo mejor que una persona fumadora puede hacer por su salud presente y futura, ganando en cantidad y…
13 mayo 2021
La boca es una de las principales vías de entrada y salida de distintos microorganismos en nuestro cuerpo, que pueden multiplicarse y producir…
Suscríbete a la newsletter de DENTAID Salud Bucal
Suscríbete a la newsletter