Actualidad para profesionales de la odontología
16 mayo 2012
Existen muchas situaciones en las que nuestros dientes, encías, mucosas, etc., nos pueden generar molestias; y en muchos casos una adecuada prevención podría haberlo evitado. Exponemos algunas situaciones clínicas, aunque no todas, que generan incomodidades y cuyo origen está en la cavidad bucal.
Una de las molestias más frecuentes en nuestra dentición es la hipersensibilidad dentaria. En su presencia, los estímulos térmicos, alimentos ácidos o incluso el roce sobre los dientes generan molestias o incluso dolor de corta duración pero suficientemente intenso como para hacernos cambiar nuestros hábitos alimentarios o de higiene bucodental. La causa de este problema puede ser variada. En muchos casos es debida a la exposición a la cavidad oral del tejido dentario, tejido que normalmente debería estar cubierto por el esmalte dental y no expuesto a estímulos. Esta exposición es frecuente cuando la encía se retrae y quedan las raíces expuestas (recesión gingival) o también cuando los dientes se desgastan por el roce con los antagonistas (hábito parafuncional, bruxismo). También la presencia de una caries que ya empieza a profundizar puede producir la misma molestia.
Es evidente que el tratamiento de la hipersensibilidad va a depender del origen de la misma y solo una adecuada revisión por el dentista o el periodoncista podrá determinarlo. Esa visita sería recomendable para orientar al paciente sobre sus necesidades de tratamiento, la recomendación de productos desensibilizantes, ya que es una de las formas más comunes de tratamiento, y orientación sobre la periodicidad de las revisiones periódicas preventivas.
Otra de las molestias que pueden aparecer con frecuencia es la sequedad bucal o xerostomía. La ausencia de una adecuada hidratación de la mucosa oral por la escasa salivación genera una gran diversidad de sintomatología y complicaciones. En muchos casos, aparece sensación de irritación o quemazón en los tejidos blandos, mayor dificultad en llevar las prótesis removibles, mayor dificultad masticatoria y, en casos de gran severidad, un incremento en la aparición de caries dentales, sobre todo a nivel de las raíces dentarias. La causa de la xerostomía tampoco es única y en muchos casos se asocia a pacientes polimedicados, de edad avanzada o a determinados tratamientos como la radioterapia. En otros casos está asociada a cuadros no solo a nivel bucal de sequedad, sino también a nivel de mucosas (p. ej., el síndrome de Sjögren). En estos casos también es muy recomendable que el dentista o periodoncista revise al paciente, tanto a nivel del revestimiento epitelial de la mucosa oral como a nivel dental en busca de caries asociadas a la sequedad bucal.
Por otro lado, el tratamiento de la xerostomía va a depender de las características asociadas a su diagnóstico. En muchos casos va a requerir un enfoque multidisciplinar con implicación de su médico de referencia y un patólogo oral. En muchos casos el tratamiento de la xerostomía en pacientes con cierta función salival residual, como por ejemplo el uso de sialogogos, puede aumentar el flujo salival y paliar los síntomas. En función del nivel de acción, los sialogogos se pueden dividir en sistémicos (sustancias farmacológicas) y agentes tópicos (estimulantes gustatorios y/o táctiles). Así como el uso de humectantes o sustitutos salivales. El uso de estos productos pueden ayudar a mejorar la calidad de vida del paciente.
La halitosis o mal aliento bucal a pesar de no generar molestias puede dificultar nuestro bienestar social. No todas las halitosis provienen de la cavidad bucal, pero sí un gran porcentaje. La microbiota de la cavidad bucal depositada alrededor de los dientes (placa bacteriana o biofim oral, cálculo dental) o en las irregularidades de la mucosa oral (generalmente en el dorso de la lengua) puede dar lugar a componentes volátiles que originan el mal olor. Cabe destacar que en estos casos la halitosis permanecerá de forma continuada, a diferencia de la que se produce como resultado de la ingesta de algún alimento (p. ej., el ajo) cuya duración es corta.
Cuanto más descuidamos nuestra higiene bucal o alargamos más la frecuencia de visitas para recibir una profilaxis profesional que limpie nuestros dientes, más se facilita la aparición de halitosis. De nuevo, la realización de una adecuada revisión dental y gingival es la base para resolver el problema. Una exploración permitirá establecer si se requiere una mejora en los hábitos de higiene dental con la introducción de un raspador lingual para limpiar el dorso de la lengua, así como si presentamos alguna patología gingival (gingivitis, enfermedad periodontal) que recomiende tratamiento profesional combinado con el uso de colutorios de uso tópico. Incluso si esa revisión no esclarece el origen del mal olor bucal, será un buen indicador de la necesidad de hacer una interconsulta con otros especialistas (por ejemplo, el otorrinolaringólogo).
El tratamiento de la halitosis oral está orientado a disminuir el número de bacterias productoras de mal olor y a disminuir su volatilización. Entre los agentes antimicrobianos encontramos la clorhexidina (CHX), el cloruro de cetilpiridinio (CPC) y el lactato de zinc, que demuestran eficacia en la reducción de variables asociadas con halitosis junto con la limpieza mecánica de la lengua. A nivel general, los protocolos de tratamiento de la halitosis incluyen la limpieza dental profesional e instrucciones de higiene oral, incluyendo el correcto cepillado y la limpieza interproximal, sin olvidar la limpieza lingual y el uso de un colutorio en forma de gargarismos para alcanzar la parte posterior del dorso lingual.
De los ejemplos mostrados y otros muchos se deriva que la salud de nuestra cavidad bucal va estar en gran medida relacionada con el adecuado control profesional que realice el dentista o periodoncista en las visitas y revisiones preventivas periódicas. Es evidente que una adecuada colaboración en mantener limpios dientes y encías con un correcto hábito higiénico es muy necesario. Sin embargo, tener buena higiene oral no excluye la necesidad de revisiones dentales, pues la susceptibilidad a algunas patologías bucodentales puede estar por encima de la capacidad preventiva de dicha higiene oral. La salud oral no se puede resumir en encontrarse aparentemente bien, al igual que la salud sistémica. Se necesitan mecanismos de control más estrictos para corroborar que realmente estamos bien y también para prevenir que en el futuro lo estaremos. Por tanto, una revisión dental anual o semestral, dependiendo de nuestra susceptibilidad, sería altamente recomendable en la inmensa mayoría de la población.
Más información en:
www.sepa.es
Dr. Eduardo Vichino
Socio SEPA nº 833
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