Actualidad para profesionales de la odontología
12 jun 2014
El mal aliento, en contra de lo que se cree, no se origina en el estómago sino en la boca. Esta es una de las conclusiones más interesantes a las que se ha llegado en el I Simposio Europeo SEPA de halitosis, bajo el patrocinio de Halita®, el primer tratamiento científico para el control de la halitosis oral.
Más de 200 profesionales del sector han puesto de manifiesto la importancia y la prevalencia de la halitosis, su clasificación y las causas asociadas. La Dra. Silvia Roldán, el Dr. Marc Quirynen y el Dr. Edwin Winkel, expertos en halitosis y principales ponentes de este encuentro organizado por la Sociedad Española de Periodoncia y Osteointegración, han expuesto sus tesis acerca de este problema de salud que afecta a casi un tercio de los ciudadanos.
La halitosis es la consecuencia de un problema de origen variable, aunque su olor provenga de la boca. Los olores desagradables que se convierten en el síntoma más perceptible son emanados desde la cavidad bucal, pero pueden producirse en el estómago o en la boca, siendo esta última la causante de la mayoría de los casos de halitosis.
Existen tres tipos principales (Miyazaki et al., 1999) de halitosis:
• Halitosis genuina o verdadera: cuando el olor existe en la realidad y puede ser medible y objetivable.
• Pseudohalitosis: cuando el paciente se queja de halitosis no objetivable.
• Halitofobia: cuando la queda de halitosis es persistente y no objetivable.
En el segmento de población adulta, el porcentaje que padece o ha padecido halitosis genuina en alguna ocasión de su vida tiene una prevalencia estimable del 30% de los individuos. De este grupo, aproximadamente en el 90% de los casos el origen del mal olor está en la misma boca, y no en el estómago, como muchos profesionales creían. A su vez, alrededor del 60% de los casos de halitosis verdadera se asocian con algún tipo de patología periodontal, un dato que vincula de forma clara y sólida la relación entre halitosis y salud periodontal como la principal causante de este problema.
30% padece o ha padecido halitosis genuina en alguna ocasión de su vida
90% de los casos del mal olor tienen su origen en la misma boca
60% de los casos de halitosis verdadera se asocian con algún tipo de patología periodontal
Si profundizamos en el dato que revela que el 60% de los casos de halitosis genuina se debe a alguna patología periodontal, se observa que tanto la gingivitis como la periodontitis son con idéntico porcentaje, un 30%, sus causas más probables (Delanghe et al., 1998; Delanghe et al.,1999). Por este motivo, los profesionales del área odontológica realizan una óptima labor para diagnosticar, tratar y prevenir este problema con graves implicaciones psicológicas y sociales para el paciente.
Como demuestran los datos anteriores, la salud de las encías influye de manera decisiva, entre otros factores, en la halitosis. El mal aliento está compuesto de una serie de gases conocidos bajo las siglas CSV o, lo que es lo mismo, compuestos sulfurados volátiles (Schmidt et al., 1978; Schmidt y Tarbet, 1978). Tanto la gingivitis como la periodontitis son responsables de la aparición de estos compuestos sulfurados volátiles, de los cuales los más importantes son el sulfuro de hidrógeno, el metilmercaptano y el dimetil sulfuro.
Estudios en torno a la gingivitis han demostrado que existe una relación directa entre el grado de deterioro de la salud de las encías y el aumento de la concentración de CSV. Queda demostrado que aquellos sujetos con encías sanas tienen una menor concentración de estos compuestos que los pacientes con gingivitis: cuanto mayor es el grado de inflamación gingival y la cantidad de biofilm acumulado, mayor también es la concentración de CSV y, por tanto, los niveles de halitosis (Kostelc et al.; 1986, Ko et al., 1996).
Otro indicador relevante lo encontramos en la saliva: la producción de compuestos sulfurados volátiles en este fluido disminuye cuando se hace un mantenimiento óptimo de la salud periodontal (Miyazaki et al., 1995). Si hablamos de la periodontitis, Joseph Tonzetich, profesor de la Facultad de Odontología de la University of British Columbia entre 1968 y 1990, ya demostró en 1973 que la concentración de CSV en la cavidad bucal aumentaba con la profundidad de sondaje (Yaegaki y Sanada, 1992b). Posteriormente, estos resultados ya fueron confirmados en estudios epidemiológicos en los que se valoraba el índice periodontal comunitario (Miyazaki et al., 1995), donde cuantificaron que los pacientes con una o más bolsas periodontales >5 mm tenían valores de compuestos sulfurados volátiles un 30% más elevados que aquellos pacientes sin bolsas (Rosenberg et al., 1991).
Las evaluaciones organolépticas (mediante el olfato) del olor de boca completa, del cubrimiento lingual y de la saliva constataban estas evidencias y se asociaban de manera significativa con los niveles de CSV, los índices de placa gingival y las profundidades de sondaje (Rosenberg et al., 1995).
Entre otros datos que también confirman la estrecha vinculación entre periodontitis y halitosis en los pacientes que padecen esta enfermedad gingival, se encuentra el hecho de que el CSV que predomina en ellos es el metilmercaptano; una alta concentración de este gas se asocia con el índice de sangrado y con la profundidad de sondaje (Yaegaki y Sanada, 1992a). De esta manera, se llega a la conclusión de que el cubrimiento lingual es la localización principal de producción de mal olor bucal en el caso de periodontitis iniciales o moderadas, mientras que en periodontitis avanzadas el mal olor se localiza principalmente en la bolsa periodontal (Yaegaki y Coil, 1998).
La influencia de la halitosis sobre la salud gingival va más allá de un mero problema cosmético. El CSV es altamente tóxico para estos tejidos: aunque exista en concentraciones muy pequeñas, puede desempeñar un papel determinante en la patogénesis de las enfermedades inflamatorias del periodonto, como la anteriormente mencionada gingivitis o la periodontitis.
El epitelio es uno de los tejidos que corren mayor riesgo ante los CSV: se ha demostrado que se pueden producir alteraciones con un aumento de la permeabilidad de la inserción epitelial cuando se expone a los compuestos sulfurados volátiles como el sulfuro de hidrógeno y el metilmercaptano; los daños que pueden ocasionar consisten en destrucciones localizadas de la membrana basal, desaparición completa de la lámina lúcida y presencia de fragmentos de lámina densa tras exposición, en concreto, a metilmercaptano (Reingewirtz, 1999).
Los gases CSV producen alteraciones en los fibroblastos, pudiendo llegar a perjudicar a las funciones celulares (Vvan Steenberghe y Rosenberg, 1996) y afectando además al contenido de colágeno (Johnson et al., 1992). Los compuestos sulfurados volátiles también pueden afectar a la respuesta inflamatoria y favorecer la destrucción de los tejidos (Vvan Steenberghe y Rosenberg, 1996).
La halitosis entre adultos, un problema generalizado
Aunque se estima que un 30% de los adultos padecen o han padecido halitosis en algún momento de su vida, no existe un perfil claro que ayude a los profesionales a distinguir entre aquellos sujetos con más tendencia a padecer este problema. Por ejemplo, si hablamos de géneros, no se han descrito diferencias de prevalencia entre varones y mujeres (Iwakura et al., 1994; Rosenberg et al., 1991). A pesar de la falta de diferencias, son las pacientes femeninas las que muestran una mayor sensibilidad hacia el tema y demandan más tratamiento, quizás porque se trata de un colectivo más concienciado con la salud y su aspecto físico que el de los hombres (Iwakura et al., 1994; Miyazaki et al.,1995). Donde sí encontramos una mayor prevalencia es en el rango por edades, ya que observamos que aumenta con la edad (Miyazaki et al., 1995). Entre los individuos jóvenes, a pesar de no ser el colectivo más afectado por la halitosis, se produce de nuevo una diferencia en el interés hacia su tratamiento (Iwakura et al., 1994).
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