Actualidad para profesionales de la odontología
01 mayo 2013
Llamamos enfermedades periimplantarias a todas aquellas afecciones inflamatorias que afectan al tejido blando y, en ocasiones, al tejido óseo que rodean al implante dental. Si dicha inflamación está limitada únicamente al tejido blando (a la mucosa periimplantaria) se le denomina mucositis. Si, por el contrario, la respuesta inflamatoria conlleva la pérdida de altura del hueso que rodea el implante, estaremos ante una periimplantitis.
Dicha reacción inflamatoria tiene lugar como respuesta del tejido a la formación de un biofilm bacteriano alrededor de la restauración protética del implante. Las bacterias son fundamentalmente anaerobias y mayoritariamente coinciden con las que aparecen en la bolsa periodontal en la periodontitis.
Al igual que sucede en la gingivitis en los dientes, la mucositis en los implantes es una inflamación superficial en respuesta a la presencia de bacterias, delimitada únicamente al tejido blando, sin afectación del hueso subyacente. La mucosa periimplantaria en la mucositis se presenta inflamada y edematosa y puede diagnosticarse mediante parámetros clínicos como el sangrado o la supuración al sondaje. Si a estos parámetros, además, puede añadirse la evidencia radiográfica de pérdida ósea periimplantaria (tras la remodelación biológica posterior a la restauración protética del implante) o la aparición de profundidad de sondaje aumentada, la mucositis habrá progresado hacia periimplantitis.
La relevancia clínica de este tipo de patologías radica en que no solo pueden comprometer la estabilidad del implante, sino que, además, causan molestias tales como disconfort, sensación de mal aliento o mal gusto, inflamación, sangrado y supuración de la mucosa periimplantaria. Es vital para ofrecer a nuestros pacientes un tratamiento exitoso, tanto a corto como a largo plazo, que seamos capaces de prevenir, diagnosticar y tratar de forma precoz estas patologías.
Existen factores de riesgo que predisponen a padecer enfermedades periimplantarias. Los más importantes son, según la evidencia científica, el haber padecido periodontitis, el tabaco y la mala higiene oral. También existen otras afecciones como la diabetes mellitus o el consumo abusivo de alcohol, que se han asociado con un mayor riesgo de periimplantitis.
Según las últimas revisiones publicadas, se cree que el 10% de los implantes y el 20% de los pacientes tratados con implantes dentales sufre periimplantitis entre los 5 y 10 años tras la colocación de dichos implantes. Si analizamos la mucositis, esta se presenta en el 65% de los pacientes y en el 30% de los implantes. Es decir, las enfermedades periimplantarias son de extrema relevancia para el clínico y su equipo, ya que suponen un problema muy frecuente en la consulta dental, afectando a más de la mitad de los pacientes con implantes.
La mucositis, como patología superficial y enmarcada en la mucosa periimplantaria que es, es reversible. Esto es, podemos tratarla de forma eficaz y devolver la salud a los tejidos sin la aparición de secuelas permanentes, como pueden ser la recesión gingival y/o la pérdida de hueso. Sin embargo, la periimplantitis es mucho más difícil de manejar por el equipo clínico y puede llevar, en última instancia, a la pérdida del implante.
Por todo esto el diagnóstico precoz, tanto de la mucositis como de la periimplantitis, mejora el pronóstico a largo plazo del implante. Es importante realizar una evaluación inicial tanto clínica como radiográfica de los implantes pocos meses después de restaurarlos protéticamente (según la literatura, tres meses parece ser un tiempo razonable), de manera que podamos establecer una situación basal con la que comparar los datos obtenidos en las revisiones periódicas futuras.
El diagnóstico fundamental lo haremos con el uso de la sonda periodontal, con la que mediremos el sondaje periimplantario. El valor diagnóstico del sondaje permite diferenciar en qué pacientes debemos complementar la exploración con una radiografía periapical porque sospechemos estar ante una periimplantitis. Esto lo haremos si observamos que la profundidad de sondaje actual es mayor que la inicial o que la de la última revisión. También es importante anotar el sangrado y la supuración al sondaje, parámetros que pueden aparecer tanto en mucositis como en periimplantitis.
Como las enfermedades periimplantarias son enfermedades bacterianas, es la destrucción del biofilm subgingival el objetivo principal de todo tratamiento.
En la mucositis, la limpieza profesional mediante ultrasonidos o curetas, junto con la prescripción de antisépticos como la clorhexidina, dan buenos resultados. Si bien es cierto, las restauraciones implantosoportadas deben ser fácilmente higienizables por el paciente, por lo que el correcto diseño de la prótesis es clave para la prevención de la mucositis.
El manejo clínico de la periimplantitis supone todavía a día de hoy un reto para los profesionales de la odontología y la periodoncia. No disponemos de un tratamiento eficaz en todos los casos y que haya demostrado resultados duraderos a medio o largo plazo. Los estudios clínicos son limitados, aunque el objetivo de todas las terapias de tratamiento de la periimplantitis es común: limpiar y desbridar correctamente la superficie del implante, para que vuelva a restaurarse un epitelio de unión entre el tejido blando y el implante que actúe a modo de barrera para las bacterias.
Los tratamientos quirúrgicos parecen ser más eficaces que el desbridamiento mecánico subgingival con curetas o ultrasonidos, al menos en el corto plazo. Técnicas como la cirugía de acceso, el colgajo de reposición apical o la cirugía regenerativa obtienen buenos resultados si se combinan con una completa desinfección de la superficie del implante. Durante las primeras semanas postoperatorias también parece útil la prescripción de antisépticos como la clorhexidina, combinada o no con cloruro de cetilpiridinio (CPC). No obstante, investigaciones como la publicada en el año 2003 por el Dr. Herrera y colaboradores, demostraron que la formulación con clorhexidina y cloruro de cetilpiridinio presenta un comportamiento sinérgico que incrementa su actividad antimicrobiana. Son diversas las maneras de limpiar la superficie afectada del implante (láser, pulido, antisépticos como la clorhexidina, suero salino, etc.), aunque no parece existir ninguna técnica claramente superior a las demás en el medio y largo plazo. También se han propuesto combinaciones de tratamientos quirúrgicos junto con el uso de antibióticos, tanto locales como sistémicos, en un intento de maximizar la destrucción del biofilm, aunque tampoco existe evidencia de la eficacia real y a largo plazo de estos fármacos en el manejo de la periimplantitis.
Todos estos abordajes quirúrgicos no pueden hacernos olvidar que lo más importante para el mantenimiento de los resultados obtenidos a largo plazo es incluir al paciente en un estricto protocolo de mantenimiento profesional.
La buena higiene oral, facilitada por un correcto diseño de la prótesis implantosoportada, y las visitas periódicas de mantenimiento periodontal y periimplantario parecen ser la clave del éxito para prevenir estas enfermedades. Deberemos prestar especial atención a los pacientes que hayan sufrido periodontitis, a los fumadores o a aquellos que tengan una higiene oral no del todo eficaz, además de a los pacientes diabéticos.
Revisiones periódicas en las que se detecten y traten de forma precoz tanto la mucositis como la periimplantitis, con los tratamientos disponibles hoy en día o con los que confirmen su eficacia en el futuro, permitirán que tengamos un menor número de fracasos en el tratamiento con implantes, tanto a corto como a largo plazo, y un mayor número de pacientes satisfechos.
Dra. Marta Escribano
Socio Especialista SEPA
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