Actualidad para profesionales de la odontología
14 mayo 2019
Asier Eguia del Valle Profesor asociado en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU). Miembro asociado de la Sociedad Española de Cirugía Bucal (SECIB).
Las mejoras del diseño de los implantes, de sus propiedades fisicoquímicas y de los protocolos de tratamiento han permitido disminuir drásticamente los problemas en la osteointegración que inicialmente se observaban en un número significativo de casos. Si bien los estudios más recientes demuestran que la tasa de fallos precoces no supera el 1-2%(1,2), la implantología dental moderna se enfrenta en la actualidad al desafío de reducir las crecientes cifras de enfermedad periimplantaria(1,2).
En la compleja etiología de la enfermedad periimplantaria intervienen numerosos factores tanto locales como sistémicos (higiene, tabaco, enfermedad periodontal, diabetes, etc.)(3,4).
Muy resumidamente, todos estos factores actuarían a través de diferentes mecanismos capaces de estimular la hiperproducción de citoquinas proinflamatorias y de activar o incrementar la actividad osteoclástica en los tejidos que rodean al implante. En última instancia propiciarían la ruptura del equilibrio fisiológico de aposición y reabsorción ósea en favor de una mayor actividad reabsortiva en el tejido óseo periimplantario(3,4).
Muchos de los factores etiopatogénicos pueden ser condicionados directa e indirectamente por aspectos genéticos que determinarían su magnitud y relevancia en cada individuo. Constituyen parte de lo que se denomina «susceptibilidad individual» y explican las diferentes respuestas biológicas entre individuos ante los mismos factores de riesgo(3,4).
Por ejemplo, los estudios epidemiológicos señalan la existencia de pacientes que parecen tener una «cierta predisposición » o riesgo aumentado de padecer enfermedad periimplantaria. En estos pacientes los fracasos tienden a agruparse o a «arracimarse» (clusterfailure)(6). Esta cuestión ha propiciado que numerosos autores se pregunten(3-6) si dicha predisposición podría estar, al menos en parte, condicionada genéticamente.
Por otro lado, sería de gran importancia conocer si esta predisposición puede detectarse o cuantificarse. De ser así, se podría conocer de antemano el riesgo de un paciente determinado de padecer enfermedad periimplantaria y establecer o personalizar los protocolos diagnósticos y terapéuticos para reducir su prevalencia.
En los últimos años se han realizado diversos estudios para tratar de comprender la relación entre determinados polimorfismos genéticos y la enfermedad periimplantaria. Un polimorfismo genético es una mutación en la secuencia del ADN, prevalente en una cantidad significativa de individuos de una población (por encima del 1%).
La mayoría de los polimorfismos estudiados afectan a un solo nucleótido y se denominan SNP (single nucleotid polimorphysm). Dentro de éstos, en relación con la enfermedad periimplantaria, se han estudiado principalmente aquellos que están presentes en los genes implicados en las respuestas inflamatorias y en la regulación del metabolismo óseo.
Los polimorfismos genéticos han demostrado una gran importancia en la etiología de diversas patologías autoinmunes, neurológicas y oncológicas. Sin embargo, en el caso de la enfermedad periimplantaria, aún hay pocos estudios y los resultados no son concluyentes(6-8). De los más de 30 polimorfismos estudiados en relación con la implantología, existen indicios para afirmar que cerca de una docena de ellos pueden estar de alguna manera relacionados con los fallos biológicos (fallo precoz, pérdida ósea marginal, periimplantitis o pérdida del implante) (tabla 1).
Los resultados varían según el origen étnico de la población estudiada para el mismo polimorfismo. La mayoría de los trabajos en la literatura son estudios iniciales con reducidos tamaños muestrales y diferentes métodos de homogeneización de los grupos de estudio. En la mayoría de los artículos se analiza un único polimorfismo, mientras que los posibles efectos sinérgicos entre diferentes polimorfismos apenas han sido estudiados(7-11).
A pesar de ello, los trabajos disponibles son prometedores y justifican el esfuerzo de seguir investigando en esta área. Se podría afirmar que en la actualidad se encuentran aún en fase de desarrollo y se emplean principalmente a nivel experimental. A pesar de que no se dispone todavía de ningún «procedimiento comercial » que permita su utilización rutinaria en la clínica, los resultados iniciales permiten pensar que en un futuro podrían formar parte de la práctica diaria.
CONCLUSIONES
Existen indicios para afirmar que cerca de una docena de polimorfismos pueden estar de alguna manera relacionados con los fallos biológicos (tempranos y tardíos) en implantología. Los resultados varían según el origen étnico de la población estudiada y la mayoría de los trabajos en la literatura son estudios iniciales con reducidos tamaños muestrales y diferentes métodos de homogeneización de los grupos de estudio.
No se dispone aún de un biomarcador de riesgo genético basado en el estudio de los polimorfismos para el fallo precoz o la periimplantitis que sea fiable, reproducible y que pueda utilizarse en la población general o comercializarse. No obstante, nuevos trabajos con muestras más amplias y con cuidadas metodologías permitirán, probablemente, desarrollarlos en los próximos años. La búsqueda de posibles efectos sinérgicos entre diferentes polimorfismos quizá será otra de las claves para desarrollarlos.
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